Los zapotecas de Juchitán de Zaragoza continúan con la celebración de la Semana Santa, ahora en el Panteón Miércoles Santo.
Desde muy temprana hora, cientos de familias arribaron al camposanto, ubicado en una de las secciones más emblemáticas de esta tierra: la octava sección Cheguigo, para el encuentro con los fieles difuntos.
Nadie llega con las manos vacías, casi la mayoría lleva flores, cirios o veladoras a sus seres queridos.
Puntuales a la cita, quienes tienen algún familiar enterrado en dicho panteón, llegan con la nostalgia a flor de piel, melancólicos, para rezar, cantar o llorar, con el ser que se ha marchado.
Dentro del mismo panteón se venden desde antojitos, aguas frescas, regañadas, hasta los ricos tamales de iguana.
La gente llega desde la mañana para abandonar el panteón varias horas después.
En casi todo el cementerio hay rezos, un impenetrable olor a incienso y a flores.
En algunos sitios la gente bebe aguas frescas, refrescos o alguna bebida embriagante, mientras el calor abrazador que muerde todo el día, alcanza los 32 grados centígrados.
En las tumbas se ve que quienes tienen para pagar, llevan una banda de música, tríos, mariachis o alguna solitaria voz nostálgica, cantando a capela hasta hacer llorar a los presentes.
El panteón es invadido, atiborrado de cientos, si no es que miles de personas que conviven con sus muertos.
Hay una extraña interacción entre los «vivos» y los muertos, y este escenario, como cada año, se repite, porque la gente rinde pleitesía a familiares que se han ido y hoy por hoy permanecen reposando en el panteón Miércoles Santo.
Fotografías: Regiduría de Desarrollo Económico y Turismo de Juchitán
