Aunque el sacerdote no reveló los secretos a los zapotecas, estos supieron siempre que tenían un cordón umbilical que los ligaba con el pasado y la muerte y sobre esa fe construyen los andamios que les permite unirse a los suyos cada año, en un tiempo perentorio con los que se han ido y no vuelven más que bajo el ritual de Xandu’.
Por eso durante los últimos días de Octubre y los primeros de noviembre, realizan un ritual, una especie de celebración íntima con los seres amados, no con los que respiran aún, sino con los que duermen, pero durante estos días vuelven a casa y son recibidos con música, rezos, flores, abundante comida, incienso, bebida, cirios y mucho gozo.
Cuando se manifiestan los espíritus de los muertos en la conmovedora liturgia durante estos días de Xandu’, se siente con vehemencia un renuevo que aprieta el corazón de los escogidos, aquellos que pueden ver a sus familiares fallecidos, entonces la profecía se cumple y el tiempo que media entre el ayer y el hoy, se vuelve simplemente en una cotidiana razón de existencia.
El llanto y la risa se confunden durante esos días mientras arriban a la estación esperada. Los ancianos, los niños, hombre y mujeres, todos vuelven a casa para despojarse del olvido.
Foto: Ramón Bragaña.